Una mañana cualquiera en Sudán del Sur

La mesa de trabajo del Dr. Tom Niccol en Sudán del Sur.Frederic NOY/COSMOS

¿Cómo es trabajar como médico en uno de nuestros proyectos? Desde la alarma del reloj a las seis de la mañana hasta la lucha contra el VIH y la tuberculosis, el Dr. Tom Niccol comparte su ajustada agenda de tan solo una mañana con Médicos Sin Fronteras.

Por el médico australiano Tom Niccol, trabajando con Médicos Sin Fronteras (MSF) en Sudán del Sur.

Hay una pregunta que me resulta difícil responder: ¿cómo es ser médico de Médicos Sin Fronteras en Sudán del Sur?

En casa, en Australia, amigos y familiares tienen una idea de las actividades diarias que realiza un médico, en parte a raíz de lo que ven en la televisión y también por sus experiencias personales.

Sin embargo, ellos ni se imaginan cómo se vive en Old Fangak.

Anoche estaba despierto pensando en la mejor manera de describir al menos cómo son unas pocas horas aquí. El domingo a la noche decidí que me tomaría un momento el lunes durante el almuerzo para escribir sobre mi mañana.

En ese momento, no sabía exactamente qué me depararía la mañana

El despertador a las 6:00

El lunes comienza con una fastidiosa alarma a las seis de la mañana. Tengo que bajarle el volumen; podría despertar a un elefante a más de mil kilómetros de distancia.

Desengancho el mosquitero del fondo de la cama y me arrastro hasta la silla de al lado. Todavía medio dormido y no del todo incorporado, me froto los ojos y reviso los mensajes en el móvil. Para mi alegría, recibí otra foto de mi sobrina Sarah.

Sarah tiene casi un año y es la favorita indiscutible de la familia. La foto de esta mañana la mostraba sentada en un banco en una cafetería de Hong Kong, mirando a los baristas cual experta bebedora de café.

Me reí, ubiqué mis precarios restos de jabón y me dirigí a la ducha.

A bañarse

El momento de la ducha siempre es entretenido.

La gran mayoría de la población mundial de insectos vive en nuestra carpa de ducha, así que no es una actividad solitaria para nada.

Como el agua está fría, me despabilo en una milésima de segundo. Ya con energía, me dirijo a la soga que colgué para tender la ropa delante de mi carpa.

Ayer lavé mi ropa, como siempre, en un balde. No estoy seguro de que mi técnica sea la mejor, ya que la camisa blanca que encuentro en la soga se ve cada vez más gris. Mejoraré el proceso la próxima vez.

El desayuno

Después de vestirme, desayuno. Las opciones son un poco escasas; hace un mes que no recibimos aviones porque la temporada de lluvias convirtió la pista de aterrizaje en un lodazal.

Encuentro mi opción favorita: pan casero comprado a un contacto del mercado. Acompaño el pan con un café instantáneo que podría darle energía a una pequeña ciudad durante un mes.

Regreso a la carpa a buscar las botas de goma, una radio portátil para comunicarme con el equipo y la ropa de lluvia, ya que nunca se puede estar seguro de que no lloverá, incluso si el cielo está azul.

Vamos a trabajar en una pequeña lancha, ya que tanto el campamento como el hospital se encuentran a la orilla del río.

Una lancha de Médicos Sin Fronteras en el río alrededor de Old Fangak, Sudán del Sur.

Muchos saludos

Cuando llego al hospital, observo que hay al menos cien pacientes esperando ser atendidos.

Impregnan el ambiente el llanto lejano de bebés y una melodía de carraspeos y toses. Mi primera tarea del lunes por la mañana es reunirme con los encargados del turno nocturno para hacer el traspaso del cuidado de los pacientes hospitalizados nuevos o graves.

Me alegra enterarme de que el paciente que había examinado ayer por un ataque de asma grave mejoró notablemente.

Después de la reunión, todo el personal se acerca a saludar y a darme la mano. Nos saludamos en el idioma nuer local, que tiene numerosas frases de saludo. Yo suelo decir «male mamigoa», que efectivamente significa ‘un gran saludo’.

Que todo el personal se acerque a saludar no es algo inusual: las personas de Old Fangak son muy amigables. Nos damos la mano y nos saludamos formalmente todas las mañanas.

La reunión

Luego del traspaso de turno, se hace una reunión grupal, en la que pongo al tanto a todo el equipo de MSF de las actividades médicas.

Afortunadamente, estamos presenciando una disminución en la cantidad de casos de malaria: de más de cien por día a unos treinta.

No obstante, si bien la tendencia en baja es alentadora, me preocupa que los miembros de la comunidad estén menos atentos y que busquen atención médica cuando la enfermedad esté más avanzada.

El viernes, un paciente que padecía malaria cerebral falleció en el transcurso de una hora de su llegada al hospital. Había tenido convulsiones durante 18 horas antes de llegar. Les pido a todos los miembros del personal que exhorten a sus comunidades a acudir al hospital más pronto.

A continuación, informo al equipo que se trasladaron seis pacientes de Old Fangak a la capital para recibir una cirugía. Me alegra enormemente informar que todos los pacientes se encuentran bien. Esta noticia se recibe con aplausos y ovaciones.

Dado que Old Fangak es una comunidad relativamente pequeña, no es poco usual que los pacientes sean familiares o amigos cercanos del personal.

Esta noticia también es alentadora para el personal, ya que demuestra el valor que tiene el arduo trabajo que desempeñan. Después de esta novedad, hay un ambiente alegre en el equipo.

«Debió haber sido brutal»

Después de la reunión, me toca el hombro un miembro del personal con quien trabajo estrechamente todos los días. Me doy cuenta de que lo habían atacado por las inconfundibles heridas que tenía en la cara.

Lo llevo a un área privada para conversar.

Me dice que había sido golpeado por un grupo de personas que no conocía. Me sentí devastado al oír la historia; por las lesiones que tenía, debió haber sido brutal.

A continuación, nos reunimos con el miembro de MSF que lidera el proyecto de Old Fangak para informarle sobre el incidente y decidir qué medidas tomar. Acordamos que yo acompañaría a mi colega a la oficina de uno de los caciques del pueblo para solicitar asistencia judicial.

Le explico las lesiones al cacique y mi compañero relata la situación en la que sucedió el ataque. El cacique dice que encontrarán a las personas involucradas, y yo tengo esperanza de que se haga justicia.

Lo que me parece especialmente indignante es que, a pesar de las lesiones, mi compañero acudió a trabajar porque no quería faltar a su turno. Valora su trabajo y movería montañas para estar presente al inicio de la jornada laboral.

Le invito una gaseosa de cola y le explico que es un profesional valioso y que, si no se encuentra bien o si tiene algún inconveniente, puede avisar sobre la situación y no se pondrá en riesgo su puesto de trabajo. Le doy medicamentos y lo envío a descansar a su casa.

El primer paciente del día

Abro la puerta de la sala de reuniones y oigo a unas cinco personas llamándome.

El primer paciente que atiendo es un niño de dos años. Tiene una infección en ambos oídos. Se le perforó la membrana del tímpano derecho. Los padres están muy preocupados, pero yo tengo confianza en que responderá bien al tratamiento. Le doy medicamentos y lo revisaré en los próximos días.

Tres generaciones

Cuando abro la puerta nuevamente, veo a una mujer mayor con los pies embarrados y la ropa rasgada, sentada en el suelo con dos niños a su lado.

Recuerdo a esa mujer del fin de semana anterior.

Había cargado a su hija adulta alrededor de cinco horas hasta nuestro hospital. Por desgracia, su hija había fallecido una hora antes de llegar.

Cuando llegaron al hospital, me alarmó el estado de desnutrición grave de la hija. Me preocupaba que hubiera fallecido de una enfermedad contagiosa, como una infección por VIH o tuberculosis (TB).

La mujer mencionó que sus nietos también estaban enfermos, por lo que le pedí que los llevara al hospital para revisarlos. Examino a los niños y les indico un análisis de VIH/TB.

Paciente con VIH

A continuación, recibo una llamada por radio para ir a asistir al médico especialista en VIH que estaba tratando a un paciente en estado muy grave en la sala de aislamiento.

El paciente medía más de 1,80 m y pesaba menos de 40 kg (unas 88 libras). Había comenzado recientemente el tratamiento para una infección avanzada por VIH.

Este señor estaba respirando con el mismo esfuerzo que una persona sin estado físico después de una maratón.

Lo estabilizamos, controlamos su esquema de toma de medicamentos y lo controlaremos rigurosamente durante el día.

Salud del personal

Salgo de la sala de aislamiento y tomo la lancha de regreso al campamento para revisar a un miembro del equipo internacional.

Prestamos especial atención a la salud del personal, debido a la ubicación remota y a los recursos limitados del proyecto.

El miembro del equipo presenta signos y síntomas que indican una posible enfermedad de las vías respiratorias altas.

Sin embargo, en este contexto, también se deben considerar las enfermedades tropicales endémicas, como la malaria. Le hago un análisis de malaria, que resulta negativo. Lo revisaré nuevamente durante el almuerzo.

El agotamiento: una posibilidad real

Tomo la lancha para regresar al hospital. Durante el viaje, mi alarma suena otra vez. Sigue teniendo un volumen fastidiosamente alto.

La alarma me recuerda que debo reunirme con el farmacéutico del proyecto. Tengo que revisar el progreso con el presupuesto para el suministro de medicamentos del próximo año.

¡Nuestro brillante farmacéutico había terminado el presupuesto a las cuatro de la madrugada! Si bien los miembros del equipo tienen una ética profesional admirable, les recomiendo que descansen lo suficiente. El agotamiento es una posibilidad real en este contexto.

Últimos momentos de la mañana

A continuación, me reúno con el auxiliar médico de guardia que estaba cubriendo la sala de urgencias. Los auxiliares médicos tienen un rol similar al de los médicos residentes en los hospitales australianos.

Este auxiliar médico necesita asistencia con un caso. Examinamos al paciente, que tenía una infección grave alrededor del ojo. No es una infección sencilla, y es necesario hospitalizarlo para tratarlo. Debatimos sobre la estrategia de tratamiento.

Escucho la llamada por radio: la lancha regresa al campamento para el almuerzo. Camino hacia la lancha, me detengo en la sala de aislamiento para examinar las constantes vitales del paciente con VIH.

El paciente había mejorado un poco. Esto confirma que puedo ausentarme del hospital para el receso del almuerzo.

En la lancha

Me siento en la lancha, abro una nota en mi móvil y escribo esta publicación.

Este ritmo de trabajo intenso es habitual para todo el equipo de Old Fangak. Sin embargo, las mañanas nunca son iguales, todos los días ocurre algo diferente.

Lo que deparará la tarde es un misterio.

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