Muertes y vidas destrozadas: las secuelas de los bombardeos en Franja de Gaza

Rima Alghoul, anestesista de Médicos Sin Fronteras, cuida a Salwa, de 11 años, antes de un procedimiento quirúrgico para limpiar y vendar su herida, en el Hospital Dar Al Salam en Franja de Gaza.Candida Lobes/MSF

Salwa, de 11 años, sobrevivió a un ataque aéreo israelí que mató a toda su familia, durante la escalada militar entre el ejército israelí y el grupo de la Jihad Islámica en Franja de Gaza en noviembre de 2019. En tres días, los ataques mataron a 11 civiles, ocho de ellos niños. La historia de Salwa muestra las terribles consecuencias que sufre la población.

Los ataques aéreos israelíes en Franja de Gaza cobraron la vida de 11 civiles en noviembre de 2019. Nuestros equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) que trabajan en el hospital Dar al Salam trataron a una niña de 11 años que perdió a toda su familia y resultó gravemente herida durante las redadas. Su historia pone de relieve las terribles consecuencias de estos ataques en la población indefensa de la bloqueada franja.

Salwa despierta lentamente de la sedación. Se siente aturdida pero ya está familiarizada con esta sensación, pues se ha sometido a varios procedimientos quirúrgicos desde que llegó al Hospital Dar Al Salam, apoyado por MSF en el sur de Franja de Gaza. Esta vez fue valiente y no lloró cuando entró al quirófano.

Desde su habitación en el hospital, Salwa puede ver el Mediterráneo a lo lejos y escuchar las voces de los alumnos de la escuela cercana. Pero sus grandes ojos marrones siempre miran a otra parte. Fija la mirada en los objetos y las personas en la habitación, como si lo que se encuentra afuera de esta fuera algo malo, algo de lo que preocuparse.

Salwa, de 11 años, antes de ingresar al quirófano en el Hospital Dar Salam para una cirugía.

“Algunos días son mejores que otros,” explica Rania Samour, una asesora de MSF que brinda apoyo psicosocial en el hospital. “Hay días en los que Salwa simplemente rompe en llanto y no para de pedir que la dejen ver a su familia. Otros días es más reactiva, sonríe y platica conmigo.”

Salwa, de once años, sobrevivió a un ataque aéreo israelí que mató a su familia, durante la escalada militar entre el ejército israelí y el grupo de la Jihad Islámica en Franja de Gaza en noviembre de 2019. En tres días, los ataques aéreos israelíes mataron a 11 civiles en Franja de Gaza, ocho de ellos niños. Las autoridades israelíes admitieron que una evaluación errónea condujo al ataque que mató a nueve integrantes de la familia de Salwa: a su padre, su madre, sus hermanos, su tía, su tío y sus primos.

Las familias solían vivir en chozas construidas con láminas de metal corrugado, a unos 15 kilómetros al sur de la ciudad de Gaza, donde criaban ganado. No queda nada de sus hogares.

«Mi madre es profesora de inglés», explica Salwa con las pocas palabras en inglés que sabe. «Cuando sea mayor, quiero ser maestra como ella, pero quiero enseñar árabe».

Su abuela se encargará de su educación ahora. Es una mujer con seis nietos que, milagrosamente, sobrevivió al ataque aéreo. Tiene muy pocos medios para sostener a su familia. Cuando Salwa ingresó en el hospital hace cuatro semanas, Rania estaba allí. No se ha alejado de su lado desde entonces.

«Es solo una niña y tiene que aceptar que su casa fue destruida y sus padres están muertos», dice Rania. “Tiene recuerdos de la noche en que su familia fue asesinada y su vida fue destruida.

Recuerda que su hermana mayor la arrastró fuera de los escombros, pasando por el espeso humo. No podía caminar debido a una herida en su pie; estaba sufriendo. Su padre estaba vivo, al lado del cadáver de su madre. Salwa recuerda que él resultó herido mientras imploraba a los rescatistas que cuidaran a sus hijos».

Salwa, de 11 años, se sienta en su habitación en el Hospital Dar Salam, apoyado por Médicos Sin Fronteras, en el sur de Franja de Gaza. Sufrió fracturas abiertas en su pie derecho y lesiones en los tejidos blandos.

Este es el último recuerdo que Salwa tiene de su padre. Esa noche, fue trasladado a la unidad de cuidados intensivos del hospital Al Shifa en Franja Gaza. Unos días después, murió a causa de las heridas que sufrió durante el ataque aéreo.

“Tenía que decirle la verdad; tenía que protegerla de otro trauma”, explica Rania, con una expresión seria en su rostro. “Cuando le dije a Salwa que su padre estaba muerto, la estaba abrazando. Podía sentir sus latidos. Desearía poder traer de vuelta a su familia; es lo único que quiere«.

Salwa fue derivada al hospital de MSF en el sur de Franja de Gaza con fracturas abiertas en su pie derecho y lesiones en los tejidos blandos.

«Debido a la gravedad de su herida, necesitábamos un desbridamiento agresivo (remover el tejido muerto, dañado o infectado para mejorar la recuperación del tejido sano) para tratar a Salwa, una cobertura del colgajo del hueso y, posteriormente, realizar un injerto de piel para restaurar los tejidos blandos de su pie», explica Helene Andersson-Molina, cirujana de MSF en Franja de Gaza.

“Las fracturas de Salwa aún se están curando y tratándose de forma convencional. El muestreo de huesos y tejidos también mostró que Salwa tiene bacterias multirresistentes. Heridas como las de ella, causadas por traumas violentos, son muy propensas a las infecciones pues la piel se desgarra y la carne está abierta, permitiendo la entrada de bacterias. Pero la presencia de bacterias multirresistentes implica que necesitamos antibióticos muy específicos. Para Salwa, esto supone un tratamiento más prolongado en una sala de aislamiento con precauciones de aislamiento de contacto».

Helene dice que, aunque Salwa tiene un largo proceso por delante, recuperará la funcionalidad de su pie. No obstante, Rania está preocupada por el futuro de la niña.

“Posiblemente volverá a caminar, pero la cicatriz la acompañará por el resto de su vida, al igual que el trauma psicológico de su tremenda pérdida. ¿Quién se ocupará de su salud, de su educación?», se pregunta.

Salwa, de 11 años, habla con Sheima Esmaiel Odeh, promotora de salud de Médicos Sin Fronteras.

«Ha sido una semana difícil para mi corazón. Veo a Salwa en su cama y no puedo dejar de imaginarme como una niña o a mis propios hijos en esta situación. Vivir en Franja de Gaza es como vivir un trauma perpetuo. Nuestras vidas están continuamente en juego y tenemos que acostumbrarnos a eso”.

Casi 2.000 civiles han muerto en los últimos diez años durante las operaciones militares del ejército israelí en Franja de Gaza según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), mientras que en el mismo periodo, 18 civiles israelíes han sido asesinados por cohetes o fuego de mortero de Franja de Gaza, según la organización B’Tselem. La historia de Salwa, sus heridas y la pérdida a la que se enfrentó encarnan el dolor infligido a las miles de personas encerradas en este conflicto sin fin.

Después de cada escalada militar, cuando una tregua finalmente prevalece y las bombas dejan de caer, los restos de la violencia persisten. Permanecen entre las familias que lloran a sus muertos, entre casas y vidas en ruinas, y entre personas como Rania que, a pesar de todo, continúan su trabajo para aliviar esta carga.

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