Según las leyes de la guerra, los hospitales son emplazamientos protegidos. Sin embargo, en las primeras horas del 3 de octubre, el hospital de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Kunduz sufrió un ataque aéreo brutal e implacable por parte de las fuerzas estadounidenses.
Algunos pacientes murieron quemados vivos en sus camas; trabajadores sanitarios sufrieron amputaciones o fueron decapitados;
y desde el avión de combate AC-130, que volaba en círculos sobre la zona, se disparó contra personas que salían huyendo del hospital en llamas.
Murieron al menos 30 personas, entre personal de MSF y pacientes.
Esta semana, MSF finalizó un análisis preliminar de los hechos acaecidos antes, durante y después del ataque aéreo. Aunque el proceso de análisis interno aún no ha concluido, hemos decidido hacer públicos estos primeros resultados, para contrarrestar las especulaciones y actuar con transparencia. Los detalles que pudieran identificar a personas concretas han sido omitidos. El lector externo que pueda necesitar aclaraciones adicionales las encontrará en las notas a pie de página.
Esto es lo que ocurrió tal y como se vivió en el interior del hospital. Lo que falta es el punto de vista desde el exterior: lo que ocurrió en las cadenas militares de mando.
Los hechos recogidos en este análisis confirman nuestras primeras observaciones: el centro de traumatología de MSF trabajaba a pleno rendimiento aquella noche, con 105 pacientes ingresados y operaciones quirúrgicas en curso en el momento del ataque aéreo de Estados Unidos,
se estaban implementando y respetando las normas de MSF, incluyendo la política que prohíbe la entrada a sus hospitales de personas armadas,
MSF tenía el control total del hospital antes y durante los ataques aéreos, no había combatientes armados dentro del recinto del hospital ni combates en sus inmediaciones antes del ataque.
Lo que sabemos es que estábamos dirigiendo un hospital que trataba a pacientes, incluyendo a combatientes heridos de ambos bandos: no era una «base talibán».
Por tanto, la pregunta que queda por responder es si, a ojos de las fuerzas militares involucradas en este ataque, nuestro hospital había perdido su carácter de emplazamiento protegido, y de ser así, por qué.
La respuesta no la van a encontrar dentro del hospital de MSF: quienes la tienen son los responsables de pedir, ordenar y aprobar este ataque aéreo.
Sabemos que hay muchas fuerzas diferentes que combaten en las zonas próximas a nuestro hospital: fuerzas especiales, Ejército regular, Policía y oposición armada. Cada una de ellas puede haber estado operando de acuerdo con diferentes concepciones o interpretaciones de cómo se aplica el Derecho Internacional Humanitario al trabajo médico en la guerra. Cualquier ambigüedad tiene consecuencias mortales para nuestra capacidad de trabajar en primera línea.
Lo que exigimos es simple: un hospital funcional en el que se atiende a pacientes, como el de Kunduz, sencillamente no puede perder su protección y ser atacado.
Los combatientes heridos son pacientes y no deben ser objeto de ataque ni tratados de forma discriminatoria; el personal médico nunca debe ser castigado o atacado por proporcionar tratamiento a los combatientes heridos.
El 7 de octubre de 2015, MSF pidió públicamente que la Comisión Internacional Humanitaria de Encuesta (CIHE) inicie una investigación independiente. Aunque la CIHE ha expresado su disponibilidad para una investigación, los Gobiernos de Estados Unidos y Afganistán todavía tienen que dar su consentimiento a esta solicitud. Aceptar la investigación de la CIHE es un paso crítico a la hora de demostrar su compromiso con los Convenios de Ginebra. Hoy hacemos público este informe interno para la ciudadanía y para la CIHE.
El ataque contra nuestro hospital en Kunduz destruyó nuestra capacidad de tratar a los pacientes en el momento en el que más nos necesitaban. Necesitamos el compromiso claro de que prestar atención médica nunca nos convertirá en un objetivo.
Necesitamos saber si las reglas de la guerra siguen en pie.
Dra. Joanne Liu, presidenta internacional de MSF