Sudán del Sur: cuando hay que llegar adonde sea

Jason Van Dyke, logista de Canadá, trabaja con Médicos Sin Fronteras en Lankien, en el estado de Jonglei, donde este año las lluvias han provocado grandes daños. MSF ha atendido a la población de las áreas más afectadas en Lankien y sus alrededores, al norte del estado. En octubre, Jason junto a un equipo de […]

Jason Van Dyke, logista de Canadá, trabaja con Médicos Sin Fronteras en Lankien, en el estado de Jonglei, donde este año las lluvias han provocado grandes daños. MSF ha atendido a la población de las áreas más afectadas en Lankien y sus alrededores, al norte del estado. En octubre, Jason junto a un equipo de siete trabajadores de MSF caminaron 31 kilómetros desde Lankien al pueblo de Padding para distribuir material de ayuda humanitaria a 1.000 familias afectadas gravemente por las inundaciones

“Este año las lluvias han sido más fuertes de lo normal. La gente nos ha dicho que las inundaciones son las peores que han visto en los últimos años. Durante la estación lluviosa siempre hay agua por todas partes, sin embargo las constantes lluvias de agosto elevaron el nivel del agua mucho más allá de lo que las escasas defensas de la población pudieron contener. Ello produjo que muchas personas tuvieran que abandonar sus casas de barro cuando se inundaron o se desmoronaron por la lluvia incesante. De hecho yo me vi atascado en Wuor, un lugar en el que MSF realiza actividades externas, porque las lluvias impidieron que nuestra avioneta aterrizase. Cuando arreció el temporal, incluso el transporte aéreo se volvió muy complicado.

En una visita rápida realizada por el equipo de MSF se constató que el condado de Padding era una de las áreas más fuertemente afectadas por las inundaciones. La población necesitaba refugio debido a que sus casas habían sido inundadas o destruidas y habían tenido que desplazarse a zonas más altas en las aldeas vecinas o en casas de familiares. El suministro de alimentos era una de las preocupaciones más importantes pero las familias que alojaron a los desplazados les brindaron apoyo. El problema era que no había acceso a Padding ni por tierra ni por aire.

Durante la estación lluviosa hay una gran demanda de helicópteros porque las pistas de aterrizaje se vuelven inutilizables para las avionetas. Conseguimos un helicóptero para transportar los artículos de ayuda (mantas, cubos, mosquiteras y lonas de plástico para refugio), pero no para el traslado del equipo. Nuestro personal en Lankien se enorgullece de llegar adonde sea para atender a las personas que necesitan atención, así que decidimos recorrer a pie los 31 kilómetros que separan Lankien de Padding para llevar a cabo la distribución.

Salimos de Lankien a las 7.30am y caminamos unas diez horas. El terreno estaba muy seco, duro y desnivelado debido al retroceso del agua. Tuvimos que cruzar dos corrientes, a veces con el agua hasta el pecho, durante cerca de un kilómetro. Los compañeros que habían realizado una distribución anterior en otro pueblo, Majok, a cinco kilómetros de Lankien, me habían aconsejado llevar calzado de goma. ¡Eso fue un gran error! La tierra estaba demasiado dura y seca para mis pobres pies canadienses. ¿Problemas con la distancia? No. ¿Cruzar pantanos? Lo he hecho docenas de veces antes. ¡Pero siempre con zapatos adecuados!

Las personas con las que nos cruzábamos en el camino se sorprendían bastante de ver a unos “khawajas” (extranjeros) y algunos no podían creer que estuviéramos de verdad yendo a pie de Lankien a Padding. De hecho, MSF fue la única organización que llegó a Padding desde el inicio de la estación lluviosa. En el trayecto observamos montones de sorgo seco (el grano básico aquí en Sudán del Sur) que crecía visiblemente más pequeño a medida que nos alejábamos de Lankien. Las lluvias llegaron a ser tan fuertes que dañaron las cosechas.

Cuando se llega a Padding, no se ve mucho, porque la población está muy dispersa. Las familias viven en las tradicionales chozas de barro y paja, llamadas tukul. Vimos algunos tukul con grandes daños, pero ninguno destruido, por lo que supimos que la aldea de Padding era la zona más alta a la que la gente había acudido. Las lluvias habían dañado tanto los cultivos que apenas podía comprarse sorgo en la localidad. La población se estaba manteniendo con sus cabras o vacas. En Sudán del Sur, esto es como comerse el dinero para cenar.

El lugar donde debíamos hacer la distribución parecía estar en mitad de ninguna parte. Una pequeña construcción de barro y láminas de hojalata que servía de escuela y unos cuantos tukul alrededor era todo lo que podía verse a lo largo y ancho de aquella zona. Los tukul más próximos estaban a unos 500 metros y los poblados vecinos a diez kilómetros, o incluso aún más lejos. Muchas mujeres que acudieron a recoger el material de ayuda tuvieron que viajar durante casi un día y quedarse en la zona a pasar la noche.

Montamos un campamento y nos reunimos con las autoridades locales y los administradores para planificar de la mejor manera posible la distribución equitativa del material entre las diez aldeas vecinas. Identificamos una zona para el aterrizaje, limpiamos la hierba más alta y transmitimos las coordenadas al helicóptero. Al día siguiente marcamos un círculo con banderines, clavamos un bandera grande de MSF y encendimos una señal luminosa para preparar la llegada de los helicópteros que transportaban la ayuda. Contratamos a 40 personas de la comunidad para descargar el material y llevarlo al lugar de distribución. Además distribuimos 1.000 vales a las familias más afectadas en las diez aldeas de los alrededores para asegurarnos que la ayuda llegaba a todos y cada uno de los que la necesitaban. El apoyo de las autoridades locales y de la población garantizó que todo se llevará a cabo sin contratiempos.

El día de la distribución, un constante flujo de personas acudió al lugar para llevarse el material de ayuda humanitaria. Finalmente repartimos 775 lonas de plástico, 992 cubos, 660 mantas y 840 mosquiteras a las 1.000 familias afectadas. Al día siguiente, hicimos las diez horas de camino de vuelta a Lankien. Por el camino, las mujeres que regresaban a sus aldeas con los artículos de ayuda sobre sus cabezas nos saludaban y nos agradecían el esfuerzo con sonrisas.

Ecuatoria Occidental

Tras las fuertes inundaciones en algunas zonas del estado de Western Equatoria, en septiembre, MSF llevó a cabo distribuciones de artículos de ayuda no alimentaria en tres zonas afectadas, Nzara, Lui e Ibba. Los equipos de MSF respondieron a las necesidades más urgentes de la población, que en los peores casos habían perdido sus casas y enseres. Los equipos distribuyeron 130 kits de emergencia en Nzara, 299 en Lui y 32 en Ibba, por los que las familias recibieron lonas de plástico, mantas, mosquiteras, bidones, jabón, cubos y material de cocina.
 

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