Niveles de violencia sin precedentes contra personas migrantes y refugiadas en la frontera entre Hungría y Serbia

Detalle de una valla con alambre de púa en un asentamiento informal en el pueblo de Horgos, entre la frontera de Serbia y Hungría.Evgenia Chorou.

Los testimonios de nuestros pacientes revelan niveles alarmantes de violencia contra las personas que tratan de cruzar la frontera entre Serbia y Hungría.

Los golpes con cinturones y porras, las patadas, los puñetazos, diversas formas de humillación, el empleo de gas pimienta y de gases lacrimógenos son algunas de las violentas prácticas de disuasión presuntamente cometidas por las autoridades húngaras contra las personas que tratan de cruzar la frontera entre Serbia y Hungría, previas a las devoluciones y a la denegación de asistencia.

Desde hace más de ocho años, el personal médico de nuestra organización recoge los testimonios y relatos de personas que son sistemáticamente golpeadas, humilladas y maltratadas en las fronteras de la Unión Europea mientras tratan de buscar un lugar seguro.

«La violencia que vemos en la frontera entre Hungría y Serbia es constante e indiscriminada. Cada semana, asistimos a pacientes, incluidos niños, con graves contusiones, heridas y cortes profundos, dislocaciones y fracturas, a menudo en las piernas, los brazos. A veces también en la cabeza», explica Andjela Marcetic, doctora de nuestra organzación en Serbia. «Las lesiones físicas que atendemos en las consultas médicas coinciden con los testimonios de los pacientes. Estos describen violentas palizas a manos de la policía húngara antes de ser devueltos a Serbia. Aunque podemos tratar algunas de las heridas, también nos preocupan las repercusiones psicológicas a largo plazo de estos episodios tan violentos” añade Marcetic.

Desde enero de 2021, nuestros equipos médicos móviles de MSF han atendido a 423 pacientes con lesiones, presuntamente a causa de incidentes violentos en la frontera entre Hungría y Serbia. La mayoría de los pacientes relatan un patrón similar de palizas, denegación de acceso a las necesidades básicas y acoso, a menudo con humillaciones de carácter racial. Algunas personas afirman que sufrieron robos y la destrucción de pertenencias personales, mientras que otras fueron obligadas a desnudarse, incluso fueron expuestas a las frías temperaturas del invierno, y a veces soportaron otras formas de humillación, como ser orinadas por los agentes fronterizos durante las redadas.

También atendemos a las personas que se caen de la red de vallas de 4 metros de altura y de concertinas construida a lo largo y ancho de la frontera. «Un paciente presentaba un corte de 2 centímetros de profundidad en el labio superior a causa de las cuchillas de la valla. Muchos otros informan de fracturas en todo el cuerpo por haberse caído al intentar cruzar», continúa la doctora.

Enfermera de MSF atiende a paciente en Horgos, en la frontera entre Serbia y Hungría

Varios pacientes, entre ellos dos menores no acompañados, informaron a nuestra organización de que fueron llevados a un pequeño contenedor antes de ser expulsados a Serbia. Allí, cuentan, los agentes fronterizos los agredieron sistemáticamente y lanzaron regularmente gas pimienta dentro del contenedor. Dos pacientes denunciaron también el uso de gases lacrimógenos.

«Nos llevaron a un pequeño contenedor blanco situado entre las vallas junto a otras 40 personas. Pasamos aproximadamente 12 horas allí metidos. Pedí ir al baño, pero no me dejaron. [Las autoridades fronterizas] nos rociaban repetidamente la cara con gas pimienta y rociaban regularmente el interior del contenedor desde una pequeña ventana lateral», explica uno de nuestros pacientes.

«Me hacía toser. Tenía un sabor amargo y no podíamos respirar», añade otra de las personas atendidas por nuestra organización.

Estos contenedores son descritos como un espacio cerrado de 2 por 4 metros, con una sola puerta y a veces sin ventanas. En sus testimonios, los pacientes dijeron que se les negaba el agua, la comida y el acceso a los aseos, y que se les rociaba con gas pimienta o con gases lacrimógenos si exigían alguna de estas necesidades básicas. Otros miembros de la comunidad de personas migrantes y refugiadas han puesto de manifiesto que esta práctica no es aislada y que se observa con frecuencia a mayor escala.

Un trabajador de MSF en la clínica móvil en Horgos, en la frontera entre Serbia y Hungría.

«Estos testimonios muestran que los Estados miembros de la Unión Europea siguen utilizando intencionadamente la violencia y las infraestructuras dañinas para disuadir a las personas de buscar asilo en la UE. Están invirtiendo en vallas con concertinas y en drones mientras hacen la vista gorda ante unos niveles de violencia en las fronteras sin precedentes», alerta Shahbaz Israr Khan, coordinador general de nuestra organización en los Balcanes septentrionales. «Estas prácticas no solo causan graves daños físicos y psicológicos, sino que empujan a la gente a emprender rutas más peligrosas».

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