Brian Moller es el coordinador general de MSF en Gaza. Con él, volvemos a hablar de la precariedad de la situación actual en este territorio palestino, recientemente presa de un pico de violencia extrema
Por MSF
¿Podrías describirnos la situación actual en Gaza?
Es un territorio en crisis. La economía está paralizada. Durante dos años, Israel ha controlado estrechamente los puntos de entrada. Esto ha tenido un importante impacto sobre las condiciones de vida de la población. Las importaciones de alimentos, de material médico y de otros artículos de primera necesidad como el carburante se han visto obstaculizadas; un 80% de la población sobrevive gracias a la ayuda alimentaria. La inflación es galopante, el paro creciente y el poder adquisitivo cada vez más limitado. Las exportaciones, sobre todo agrícolas, se reducen a nada y los productos se venden en el mercado local a precios más reducidos a una población que no puede comprarlos.
Las consecuencias para la salud son problemáticas. Sólo un 50% de las viviendas tienen de cuatro y seis horas de agua corriente al día y únicamente hay 12 horas al día de suministro eléctrico. Las reservas de agotan. El cloro, considerado como un compuesto químico sospechoso, acaba de ser retirado de la lista de productos autorizados en Gaza. Las plantas de tratamiento ya no pueden funcionar y la población tiene que hervir el agua antes de consumirla.
Es muy difícil no tener ni electricidad ni gas en casa. Las fábricas de evacuación de aguas residuales, por falta de carburante, no pueden trabajar a pleno rendimiento. Cada día, cientos de miles de litros de agua residual se vierten directamente al mar Mediterráneo.
¿Existen otras razones para esta crisis?
Las rivalidades interpalestinas, los enfrenamientos políticos, familiares, entre clanes, repercuten sobre todos los niveles de la sociedad incluyendo el sistema de salud.
La rivalidad entre los dos ministerios de salud palestinos es contraproducente: retraso en el pago de salarios, demora e incluso anulación de los suministros. Es así como el hospital de Al Awda ha tenido que esperar prácticamente un año antes de recibir el material necesario para montar su unidad de cuidados intensivos (UCI). El hospital de Kamal Edwan topa con las mismas dificultades para instalar un servicio de neonatología.
El despido de personal afiliado al Fatah es moneda corriente, incluso entre los directores de los hospitales y los jefes de servicio. Las huelgas en protesta por ello paralizan todavía más el sistema de salud. La mayoría de los pacientes Fatah no pueden o no quieren acudir a las estructuras de salud gestionadas por Hamás y muchas de las clínicas dirigidas por Fatah se han visto obligadas a cerrar.
La creciente situación de pobreza limita el acceso a la salud. Las posibilidades de referencia de pacientes a países vecinos (Israel, Jordania o Egipto) son muy limitadas desde que Hamás subió al poder. Se estima que por lo menos 110 personas han fallecido debido a esto. Desgraciadamente, la salud se ha convertido en un punto de enfrentamiento adicional tanto en el conflicto interpalestino como en el palestino-israelí.
Los equipos de terreno evalúan regularmente la situación y las necesidades médicas. ¿Qué han podido constatar?
Hay una escasez crónica relativa al aprovisionamiento de medicamentos (para tratamientos vitales y para patologías comunes), al material médico y quirúrgico, a las piezas de recambio y a las fuentes de energía. A principios de marzo, el equivalente a un mes de stock de medicamentos para asistencia vital se utilizó en tan solo cuatro días. De las 57 ambulancias habitualmente en circulación, 23 no funcionan, por falta de carburante y de piezas de recambio.
Estabas en Gaza a finales de 2006, principios de 2007. ¿Cómo era la situación? ¿Qué ha cambiado entre tus dos misiones?
Lo que más me ha chocado desde que regresé ha sido el mayor grado de violencia. El conflicto palestino-israelí es cada vez más tenso (lanzamientos de cohetes palestinos, represalias e incursiones israelíes masivas casi a diario) y los enfrentamientos interpalestinos se han intensificado. Las manifestaciones por el descontento de la población son algo frecuente y la desorganización social es cada vez más crítica.
¿En qué medida, los sucesos de principios de marzo han agravado esta situación?
Los quirófanos y unidades de cuidados intensivos, al máximo de su capacidad, han asegurado la mayoría de asistencia vital. Las operaciones quirúrgicas programables se han suspendido. Con la escasez de material, esto se ha convertido en una costumbre forzosa en Gaza.
Aquí, este tipo de problemas es crónico. Los hospitales y los centros de salud están sujetos a una importante presión ante las necesidades masivas. Muy poco equipados, no podrán hacer frente a las crecientes demandas.
No obstante, el aumento del volumen de nuestras actividades, la expansión y la diversificación de nuestros programas son muy alentadores. Se han hecho considerables y gratificantes esfuerzos para instalar clínicas de atención postoperatoria. Esperamos poder abrir nuestro programa pediátrico de Beit Lahiya durante las próximas semanas.