Cruzando México: el otro partido de Honduras

Amanece en Ixtepec y un tren de carga llega a esta ciudad del sur de México atravesada por las vías. A sus lomos de acero montan centenares de migrantes centroamericanos que quieren cruzar el país azteca y llegar a la frontera con Estados Unidos. Cada año se suben a La Bestia, tal y como es […]

Amanece en Ixtepec y un tren de carga llega a esta ciudad del sur de México atravesada por las vías. A sus lomos de acero montan centenares de migrantes centroamericanos que quieren cruzar el país azteca y llegar a la frontera con Estados Unidos. Cada año se suben a La Bestia, tal y como es conocido el tren, más de 90.000 personas. La mayoría son hondureños, seguidos por salvadoreños y guatemaltecos.

En esta parada, que está al principio del camino, decenas de hondureños aprovechan para ver el juego contra Francia. Acuden al albergue de Ixtepec y se reúnen en el comedor, donde les sirven asado de cerdo. Es su momento de esparcimiento y descanso: los que han llegado en el tren de la mañana han tenido que soportar un viaje de casi 24 horas.

El silencio es sepulcral hasta que Wilson Palacios comete penal y es expulsado. «Siempre contra los equipos chiquitos», se queja un joven. «Solo así pueden ganar a Honduras», conviene otro. Pero a medida que pasan los minutos el conjunto catracho sigue desinflándose y la resignación se apodera de los fans.

El segundo gol de los galos empuja a muchos de los espectadores fuera del comedor, lejos del húmedo calor y de un resultado que parece destinado a ser abultado. Apoyado en un muro, un grupo está enfrascado en una animada charla. «Salí el domingo de mi país», dice el hondureño Jorge Hernández, de 21 años. «No sabía ni qué día era hoy, pero sí sabía que jugaba Honduras», añade. A su lado, Raphael Andino, un informático de 50 años, toma la palabra para criticar a los equipos grandes. «Los rozan y es penal», se queja.

Sobra decir que para ellos el fútbol es secundario, por muy fanáticos que sean algunos. Después de que Benzema marque el tercero, el morro de un tren asoma a las afueras del albergue. La Bestia se está montando. El próximo tren saldrá en un par de horas. «Es la segunda vez que hago el camino, hace un año me agarraron y me deportaron de EEUU», dice Raphael. Cuando habla de su país, en sus ojos se mezclan orgullo («la mejor Honduras es la de 1982, jugaban con el corazón») y desazón («traigo resentimiento porque en Honduras no hay empleo y tengo tres hijos»).

Unos se quedan, otros se van. Entre tren y tren han pasado unas ocho horas y un partido contra Francia que pronto olvidarán, porque tienen otro mucho más importante que acaba de empezar.

Sigue el periplo de nuestros periodistas Agus Morales y Anna Surinyach en «Cruzando México»

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Médicos Sin Fronteras (MSF) asiste a los migrantes centroamericanos en varios puntos de la ruta que cruza México hacia Estados Unidos. En Ixtepec, la organización humanitaria tiene un consultorio y brinda atención psicológica. Los equipos de MSF también trabajan en Tierra Blanca y Huehuetoca (salud mental), y en Lechería y Bojay con clínicas móviles.

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