Marib, Yemen: ¿cómo es vivir en el desierto en medio de un conflicto violento y una crisis sanitaria?

Un niño juega con un globo en el campo de desplazados de Al-Sweida, ubicado en el desierto de Marib (Yemen).Hesham Al Hilali/MSF

Millones de yemeníes están sufriendo a causa de un conflicto de siete años. La situación en Marib, una ciudad anteriormente considerada como el lugar más seguro del país, ha cambiado. La asistencia humanitaria disponible es insuficiente y muchas de las personas migrantes han visto reducida su ayuda o la han compartido con otros grupos vulnerables. A esto se le suman las pésimas condiciones climáticas de vivir en medio de un desierto: fuertes vientos y temperaturas que descienden a menos de 10°C en invierno.

“No tenemos mantas para cubrirnos” dice Aafia, una de las miles de personas desplazadas internamente que se encuentran refugiadas en la ciudad de Marib, Yemen. “Mis hijos no tienen ropa de abrigo y no tengo suficiente comida para alimentarlos”.

La escena en Marib es una sombría imagen que muestra cómo millones de yemeníes están sufriendo a causa de un conflicto de siete años. Alrededor de 150 asentamientos formales e informales, tanto grandes como pequeños, albergan a miles de familias de todo el país que han buscado seguridad en esa ciudad. Un número aún mayor de personas desplazadas se están quedando con la población local en la región.

A medida que se extendía el conflicto, yemeníes de todo el país migraron a Marib, anteriormente considerado como el lugar más seguro del país. El desarrollo de la infraestructura y las crecientes oportunidades económicas en los últimos años también la habían convertido en una locación atractiva. Hoy, sin embargo, con la escalada del conflicto, la situación en Marib ha cambiado.

La violencia en la gobernación de Marib está intensificándose a medida que las partes del conflicto luchan por reclamar el control de un área que es importante por su ubicación geográfica, sus recursos de gas y petróleo y su peso militar.

Una ciudad que anteriormente albergaba a medio millón de personas, de acuerdo con las autoridades locales, ahora es hogar de cerca de tres millones. La mayoría de las personas desplazadas dependen totalmente de la asistencia humanitaria, aunque no siempre les llega.

Nauda* con sus tres hijos en la clínica móvil de MSF en el campo de desplazados internos de Al-Sweida, en Marib (Yemen). Suraiya, de un año y medio, se sienta en el regazo de su madre. Suraiya está diagnosticada de desnutrición.

Abdu Sabit es una de las muchas personas que esperan que llegue la asistencia humanitaria. No tiene medios para ganar dinero con el que pueda mantener a su familia extendida de 31 personas, las cuales comparten dos pequeñas tiendas de campaña en el sitio de Al-Khuseif de Marib.

“Solo tenemos té y pan”, relata Abdu, originario de Taiz. Ya ha sido desplazado en otras dos ocasiones. “Ha pasado un mes desde que mi familia y yo tuvimos una comida adecuada. Tomaríamos cualquier cosa que nos dieran como ayuda”.

Conseguir lo suficiente para comer no es el único problema que enfrentan las personas desplazadas. Muchas de las que viven en campamentos carecen de las necesidades básicas, incluidos material para refugios, mantas, agua potable y letrinas. La mayoría de los refugios temporales están hechos de arbustos y ramas obtenidas del desierto.

El invierno en el desierto de Marib es despiadado, con fuertes vientos y temperaturas que descienden a menos de 10°C.

Sin colchones para dormir o mantas para cubrirse, muchas de las personas luchan por mantenerse calientes. Algunas han construido paredes con sacos de arena para evitar que entre el aire frío a sus casas. Las precarias condiciones de vida y la falta de agua potable son un riesgo importante para la salud.

Trabajadores sanitarios de MSF caminando hacia el campo de desplazados de Al-Sweida en Marib (Yemen).

La respuesta humanitaria es insuficiente

“Las consecuencias de las condiciones de vida de las personas sobre su bienestar físico y psicológico ya son alarmantes”, Muhammad Shoaib, coordinador médico de MSF en Yemen.

Nuestros equipos han estado brindando servicios médicos básicos a través de ocho clínicas móviles y un centro de atención médica primaria. Hemos estado recibiendo un número creciente de pacientes, especialmente niños y niñas, que padecen enfermedades relacionadas con las malas condiciones sanitarias y las difíciles condiciones de vida. Entre octubre y diciembre de 2021, nuestros equipos vieron un aumento del 44% en los pacientes con respecto a los tres meses anteriores; 66% de esos pacientes eran niños y niñas. También hubo un aumento del 11% en los casos de desnutrición.

“La crisis humanitaria de Marib podría resultar en una crisis sanitaria”, dice el Dr. Muhammad Shoaib, nuestro coordinador médico en Yemen. “Hay un alto riesgo de brotes de enfermedades como el sarampión, cólera y la COVID-19. Las organizaciones médicas y humanitarias necesitan ser proactivas para prevenir una situación de salud catastrófica,” continúa. “Las organizaciones que trabajan en Marib deben aumentar sus actividades con respecto a la alimentación, agua y saneamiento, refugio y atención médica”.

En 2021, Marib fue testigo de múltiples ataques de violencia que provocaron un gran número de víctimas y desplazamientos. Según la Organización Internacional de Migración (OIM), más de 78.000 personas fueron desplazadas dentro o hacia la gobernación de Marib el año pasado. Los intensos combates continúan en las afueras de la ciudad, lo que causa que aún más personas sean desplazadas de sus hogares y lo que representa una amenaza constante para quienes llegan a la zona en busca de seguridad.

“Realmente sentimos miedo, día y noche”, dice Abdu, cuya familia está refugiada solo a unos metros de la línea del frente. “Usualmente hay un descanso de una hora, más o menos, y luego comenzamos a escuchar peleas nuevamente. No estoy preocupado por mí, sino por mis hijos. Si las explosiones se acercan, tomaremos algo de agua y saldremos corriendo. No sé a dónde iríamos, simplemente huiríamos”.

Asma, doctora de MSF, examina a la bebé Aliya en la clínica móvil Al-Noor en Marib, Yemen. A la niña de ocho meses se le diagnostica desnutrición aguda moderada.

El conflicto encrudece la situación de los más vulnerables

Los efectos del conflicto están teniendo un impacto particular en dos de los grupos más vulnerables de la zona: la población migrante africana y la comunidad Muhamasheen, un grupo étnico minoritario marginado que frecuentemente enfrenta discriminación y vive en una pobreza profunda. Incluso cuando la línea del frente cambia, poniendo sus vidas en riesgo, estas personas a menudo carecen de la capacidad y recursos para trasladarse a un lugar seguro.

La llegada de nuevas personas desplazadas al área está poniendo a Marib bajo una presión cada vez mayor en términos de satisfacer las necesidades de las personas. La asistencia humanitaria disponible es insuficiente, y muchas de las personas migrantes han visto reducida su ayuda o la han compartido con otros grupos vulnerables.

“Somos 40 mujeres viviendo en una tienda de campaña”, dice Arkani, de 20 años, una de las cientas de personas migrantes de Etiopía actualmente atrapadas en Yemen.

“Necesitamos algo para comer, algo para beber y algo para vestir. No tenemos ropa abrigada, mantas o sábanas para sobrevivir al frío”.

Ahmad y su familia viven en dos pequeñas tiendas de campaña en la zona de Al-Hussun, en Marib (Yemen). Este hombre de 38 años pertenece a Al-Muhamasheen (

Comida, refugio y agua – eso es todo”, dice Ahman, un miembro Muhamasheen. “No queremos tener una casa grande o comprar un terreno. Todo lo que necesitamos es comida, refugio y mantas durante el invierno”.

“Marib está en una situación de emergencia. Como comunidad humanitaria, debemos abordar las necesidades actuales, mientras nos preparamos para un posible aumento de necesidades en el futuro cercano”, afirma Elisabeth Bijtelaar, nuestra coordinadora general en Yemen.

“Marib es un ejemplo clásico lo que está viviendo la población yemení. Dado que la gobernación aparece en los titulares debido a los incidentes de seguridad y las líneas del frente, no debemos olvidar que todo el país está sufriendo las consecuencias de la larga guerra”, concluye Elisabeth.

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