Durante la primera ola de la pandemia, Médicos Sin Fronteras amplió sus programas ya existentes de apoyo a migrantes, solicitantes de asilo, refugiados y niños no acompañados, para brindar atención médica general a todas las personas vulnerables que viven en la calle y en asentamientos informales en París y sus alrededores. También pusimos en funcionamiento un teléfono de emergencias y desplegamos equipos móviles en albergues y residencias sociales de trabajadores migrantes, con el fin de detectar y atender casos sospechosos de COVID-19, hacer el seguimiento de los pacientes y concienciar sobre las medidas preventivas. Además, trabajamos en instalaciones habilitadas por las autoridades para acomodar a las personas que necesitaban aislarse. En Marsella, colaboramos en los centros de pruebas y derivaciones en dos de los barrios más pobres de la ciudad.
A partir de abril, al desvelarse la catástrofe que se desarrollaba en las residencias de mayores, desplegamos varios equipos para ofrecer apoyo médico y psicológico. Muchas residencias de París sufrían una grave escasez de personal y equipamiento, y tenían que atender a pacientes en estado grave que no podían derivarse porque los hospitales estaban colapsados. A medida que la segunda ola se propagaba por todo el país, hicimos un llamamiento de emergencia, para movilizar a más personal que ayudara a reducir la carga de las instalaciones más vulnerables y ampliar nuestras actividades a las regiones de Provenza-Alpes-Costa Azul y Occitania.
En París y Marsella, ofrecimos apoyo médico y administrativo a niños no acompañados y, a medida que se acercaba el invierno, habilitamos refugios de emergencia para alojarlos mientras esperaban los resultados de sus solicitudes de protección infantil. En colaboración con otras cuatro organizaciones, también brindamos asistencia en un asentamiento en el centro de París. MSF sigue pidiendo a los consejos departamentales de la región de Isla de Francia que asuman plenamente sus obligaciones de proteger y cuidar a este grupo vulnerable.